HUGO SEIA

La necesidad de sentir emociones

Experimento una emoción especial al descubrir las pinturas de Hugo. No siempre me resulta fácil encontrar la conexión adecuada entre mi propia experiencia emocional y la del artista en cuestión. Sobre esta aptitud del hombre para experimentar los sentimientos que percibe otro, está fundada la forma de actividad que se llama “arte”.

Decía León Tolstoi que: “Arte hay cuando un hombre, habiendo experimentado miedo o deseo, en realidad o imaginativamente, expone sus sentimientos en la tela o en el mármol, de modo que los haga advertir por otros. Arte hay si un hombre siente o cree sentir emociones de alegría, de tristeza, desesperación, valor o abatimiento, así como la transmisión de una de esas emociones a otros, que permitan a otros sentir lo que él sintió”.

Una persona puede percibir una emoción ante un determinado estímulo, por ejemplo, puede sentir miedo por la presencia de una fiera salvaje; o placer al descubrir la belleza de la vida faunística de la sabana africana; puede evocar dichas emociones, describir su experiencia, la escena que le rodea, la perfidia, el acecho del depredador, la huida del depredado, el estado en el que se hallaba su espíritu, sus movimientos… Su relato se transformará en arte si al transcribir esas emociones a palabras o al lienzo, se pasa de nuevo por los sentimientos que experimentó, y sus oyentes u observadores, subyugados por dicha representación experimentan una sensación análoga, independientemente de si el sujeto vio jamás a la fiera salvaje.

Las pinturas de Hugo trasvasan el umbral de lo meramente expositivo, esto es, constituyen ese caudal de emociones que nos hacen partícipes de las mismas, alimentando y cultivando las nuestras. Su arte es el reflejo de sus vivencias, son representaciones costumbristas preñadas de cromatismo y énfasis escénico. Reproducciones casi fotográficas de una realidad que dimana del afán de buscar el placer de rememorar la singularidad de momentos concretos; también su voluntad de dar a conocer la intensidad del instante, y la insistencia en reflejar la ardiente necesidad de lo fugaz, de lo cotidiano, el presente más inmediato que pasa sin dar tregua, de manera espontánea, con la armonía o la crudeza que le transfiere la naturaleza tras la desgarradora realidad de la existencia.

Sus obras son el resultado de una necesidad. La necesidad de expresar sus vivencias, el amor de una persona ligada a un hábitat, a una vida de estrecha vinculación con la aventura africana. A modo de safari nos adentramos en los entresijos de la vida faunística de la sabana. Escenas apacibles en ocasiones y cargadas de acción en otras, propias de la realidad natural de supervivencia en el “ciclo de la vida”. Su pintura refleja esas escenas propias de los documentales televisivos pero que él ha recreado siendo partícipe directo de dicha realidad natural. Sus vivencias le apasionan e inspiran artísticamente y nos las ofrece en sus lienzos representándolas de manera magistral con una técnica al óleo colorista muy depurada. 

El crítico analiza lo que ve en el lienzo, su vocación le orienta para desgranar desde otra perspectiva la trazada del autor. Intenta irrumpir en el interior del corazón del artista y contagiarse de su identidad creadora, y éste, todo generoso, y en comunión artística con su obra y con su vida, le otorga, a través de su creación, una nueva oportunidad de sentir.

Daniel Arenas

De la Asociación Española de Críticos de Arte (AECA)